Cuando el poder se desborda

¡Yo quiero tener poder...! ¡Cuando me case, será con un hombre que tenga mucho poder...! ¡Cuando sea grande voy a ser poderoso...! ¡Y qué se creen esos tarados que pueden venir a decirme cómo hacer las cosas...!

Estas frases representan el ideal de la vida del poderoso, aquél que con sólo desear las cosas, las obtiene. Pero, ¿Cuál es el trasfondo de ese ideal? ¿Es un deseo sano? ¿Es sencillo obtener dicho poder? ¿Es necesario saber administrar el poder? Cuándo nos sentimos poderosos, ¿cómo reaccionamos? ¿Todos logran alcanzar el poder? ¿Qué sucede cuando no lo hacemos?, ¿nos frustramos?, o sólo ingresamos a un mundo subjetivo donde jugamos a tenerlo, y ¿Qué sucede con las personas que conviven con nosotros en ese mundo?

Los poderosos,  por su privilegiada condición, tienden a caer, muy fácilmente, en el abuso o la maldad. ¿Por qué? Philip Zimbardo -psicólogo de la Universidad de Standford- lo llama El Efecto Lucifer, y se produce cuando las personas que ostentan mucho poder -no interesa si son buenas o malas personas- como deben cumplir un rol, a veces en contra de su propia personalidad, caen en abusos o humillaciones hacia otros, aunque también puede suceder lo contrario. 
Zimbardo dice: "El Efecto Lucifer es una celebración de la capacidad infinita de la mente humana para convertirnos, a cualquiera de nosotros, en amable o cruel, compasivo o egoísta, creativo o destructivo, y de hacer que algunos lleguemos a ser villanos y otros a ser héroes". 

Lo llama así, porque Lucifer fue el ángel favorito de Dios y fue expulsado del cielo al infierno por sus pecados de desobediencia. Luego se convirtió en el Diablo, Satán. En el libro del mismo nombre, analiza las transformaciones humanas de gente ordinaria, buena gente que es seducida por una serie de situaciones para deslizarse por la pendiente resbaladiza de la maldad. Lo peligroso de esto es que en cualquier contexto donde una persona tiene el control sobre otra -ya sea en oficinas, colegios, universidades u hogares- se puede activar este efecto. La pregunta es, al adquirir ese poder que tanto se desea, ¿uno está preparado para saber administrarlo? 

El propio Zimbardo cayó en dicho efecto cuando investigó sobre este fenómeno, él recreó una prisión en la universidad de Stanford y convocó a un número de estudiantes para que asuman roles de policias y prisioneros, respectivamente, mientras él observaba el comportamiento de todos por un monitor. En resumen, Zimbardo empezó a notar los efectos psicológicos en las personas por los roles asumidos, los policias -estudiantes- comenzaron a ser más abusivos y los prisioneros -otros estudiantes- comenzaron a tener problemas de comportamiento vulnerable.

Pero el comportamiento de los estudiantes no fue el único que cambio, para mal, incluso el psicólogo, sin darse cuenta, se había convertido en un abusivo más, al no parar dichos comportamientos extra limitados, a pesar de observarlos por el monitor. Dicha situación la detectó la novia de Zimbardo, cuando fue a visitarlo. Lo sorprendente es que el psicólogo, a pesar de todo su conocimiento científico y profesionalismo, perdió la brújula que le indicaba, qué está bien y qué está mal. De no ser por su novia, él no se habría dado cuenta de ello.

Si eso le pasó a un perito del comportamiento, imagínense cómo es la situación de un marido con su mujer, con sus hijos o de una esposa con su marido o un profesor con sus alumnos o entre grupos de niños o de un jefe con su subordinado, etc.

Otro ejemplo de ello, es la investigación del psicólogo norteamericano Stanley Milgram, quien se preguntó sobre la obediencia ante la autoridad, si es que las personas son capaces de torturar o matar sólo por obedecer ordenes. El estudio consistía en lanzar falsas descargas eléctricas a algunos participantes que tenían la tarea de recordar las palabras que se les decía, esto con la excusa de servir como método educativo reforzante -obviamente ése fue el engaño que se les dijo a los participantes que no conocían el objetivo real del estudio, que era el de medir el grado de obediencia ante la autoridad-.

En los resultados de la investigación se observaron sorprendentes acciones de parte de los subordinados, que sin dudar, torturaron a los participantes del estudio sólo por recibir una orden. Por ello no sorprende que exista el abuso de autoridad, pero sí el que no exista un mayor conocimiento sobre la facilidad con que todos los seres humanos caen en el abuso, tortura, maltrato, etc. ante una situación donde es una persona la autoridad máxima.

No sorprende que algunos hijos no intenten, ni siquiera, comunicarse con sus padres por la frustración causada por la incomprensión, o que un padre llegue cansado, harto y colérico a su casa después del trabajo -es una cadena-; o que una madre que trabaja, se desquite con otras personas por su frustrada captura de poder.

Por eso, si tu tienes un trabajo, no maltrates al que no lo tiene; si eres jefe de alguien nunca olvides que no eres más que él; si eres padre o madre, y no te sientes muy feliz con tu vida, no te desquites con tus hijos. 

Somos seres humanos, y como tales merecemos un respeto, el poder no es abuso.
El ABUSO otro pilar de la INCOMUNICACIÓN.
Programa REDES. Fuente: Blip.tv
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Mensaje de OVO

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