Toda persona que pospone e intercambia una acción que requiere un esfuerzo físico o psicológico, por otra que es más banal y placentera, padece de procrastinación. Obviamente, las personas logran justificar, el posponer lo importante, gracias al auto engaño. Por ejemplo, “no atiendo el problema que tengo, porque no es tan grave”, o peor aún “¿Cuál problema? Yo no tengo ningún problema de ese tipo”.
Hace pocos días conversaba con un amigo psicólogo sobre los prejuicios que las personas tienen con respecto al asistir a una terapia, o por lo menos, a una consulta psicológica o comunicológica, él me decía que el sólo hecho de asistir al consultorio, les hace pensar que están locos o que, de alguna manera, serán tachados por la sociedad - al menos así lo viven por dentro -. Es como sentirse anormal y en desventaja - y en esta sociedad sentir eso, es fatal, puesto que significa estar vulnerable ante las amenazas que se sienten en una sociedad tan violenta como la nuestra - .
En el caso de la comunicación e incomunicación, para nosotros – los comunicólogos – el prejuicio que detiene el asistir donde un experto se basa en la creencia que el iniciar un proceso comunicativo es sencillo, porque todos tienen la facultad de hablar y que los problemas de incomunicación, como tampoco se ven, no existen, son sólo invenciones de algún tarado que va por ahí pregonando tonterías.
Si realmente estamos cansados de esta sociedad tan violenta e intolerante, hagamos algo al respecto, aprendamos a prevenir, a mantener una salud mental, porque sin ella nuestro reaccionar racional estará dirigido por una tergiversación de la realidad. El cambio depende de todos.
Lo más aconsejable es "no dejar para mañana lo que se DEBE hacer hoy". No es sano, de ninguna manera, dilatar más el solucionar algo que nos indica que es un problema.
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