Disemia, un rostro sin reflejo

La Disemia es la nomenclatura que se utiliza para calificar ciertas características del comportamiento antipático dentro de la sociedad. Puede afectar a adultos y niños, ¿qué significa? Significa que la persona es incapaz de entender el estado emocional del otro, es decir, no puede entender los signos que provienen de la conducta no verbal del interlocutor.

En niños se presentan características como: no hacer contacto visual con la persona mientras habla, no respetar las distancias zonales, exhibir expresiones faciales discordantes con el estado emocional, ser indiscreto e indiferente por cómo se sienten los demás. Esto se va desarrollando a causa del rechazo escolar. En los adultos la cosa es aún peor, porque existe una dificultad para sostener relaciones sociales, por tal motivo, las personas de mayor edad que son disémicas, terminan en soledad.
La falta de interacción con pares o vivir dentro de una familia con normas sociales extrañas o poco usuales, sumado a un ambiente donde las emociones no se manifiestan, son las causas principales de la disemia. Las investigaciones al respecto sostienen que, también, puede deberse a algún trauma emocional que obstaculiza el aprendizaje social, aunque es muy pequeño el porcentaje de personas que padecen de disemia por causa de problemas neurológicos diagnosticables.

No se debe confundir la disemia con la falta de empatía primordial, puesto que la segunda se puede dar a causa de la preocupación; una persona que se ensimisma, o que tiene fuertes pensamientos internos estimulados por algún problema irresoluto, va abstraerse, va a estar lejana del contexto exterior. Esto provocará una especie de sordera y ceguera social. Es decir, la imposibilidad de atender a lo que sucede a su alrededor; por ello, no responderá ni correcta, ni empáticamente a las preguntas o comentarios del interlocutor.

¿Cómo se evita la disemia? Educando a las personas, desde muy pequeños, a reconocer las emociones en sus pares y adultos, para que en el futuro establezcan un entorno familiar estable. Hoy más que nunca, con las normas laborales flexibles, horarios de trabajo complicados, relaciones de pareja dominadas por la incomunicación y los embarazos no programados, se debe entender que los motivos principales de este tipo de conductas antipáticas se deben a las emociones; los niños inadaptados son producto del distress, de la antipatía generalizada y del fomento del anonimato en que vivimos. 

Algunos dicen: "Me preocuparé por el otro cuando termine con lo mío", cosa que nunca sucede, o peor aún: "Qué me voy a preocupar por el otro, si no puedo ni conmigo". Esto simplifica lo que se llama "individualismo", y está bien arraigado en nuestra cultura, amparado por algunas teorías negativas que vienen, en parte, de malos psicólogos que sostienen que es correcto pensar sólo en uno, porque no es saludable desvivirse pensando en el otro. Es lo mismo que sucedió en su momento con la mala sociología antropológica, que insertó el machismo al sostener que la mujer era dependiente, por evolución, del varón, como si fuese normal la primacía del uno sobre el otro.
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