El detectar emociones mediante el lenguaje no verbal y facial es un poderoso instrumento que forma parte de la inteligencia social. Permite a la persona desenvolverse correctamente en los contextos sociales, mejorar su contacto con los demás y comprender qué sienten aquellos que le rodean.
Actualmente, se viven tiempos donde "nadie sabe lo de nadie", a veces nos sentimos inseguros respecto a los pasos que debemos dar. Buscamos, con desesperación, indicios que nos revelen lo que la otra persona siente o piensa de nosotros, de nuestro trabajo, de nuestro amor, de nuestra apariencia, de nuestra capacidad, etc.
Lo mismo sucede con el cuerpo, delata la necesidad de establecer un contacto, generar distancias, acortar distancias, sentir alivio, conforte, control, etc. Estamos rodeados de indicios, sin embargo son inadvertidos por nuestros lentos e inadaptados sentidos. Dice la Antropología, que el ser humano perdió el predominio de la olfacción por la visión, a causa de habitar en los árboles. Antes podíamos oler las emociones, hoy no podemos ni siquiera observarlas ni comprenderlas.
Empecemos nuevamente a desarrollar esta habilidad que se encuentra dormida; nuestro cerebro está hecho para socializar. Somos animales sociales. Hemos desarrollado numerosas capacidades que otras especies no, una de ellas es la conciencia. Nuestros actos pueden ser medidos, analizados y cambiados. Somos sumamente racionales, pero no olvidemos que también somos SUMAMENTE emocionales. Podemos educar nuestras neuronas para trabajar en favor de nuestra racionalidad, aprendiendo a reeducar la manifestación emocional.
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