En el transcurso de la vida escuchamos una serie de consejos referentes a la forma más efectiva de cómo transmitir y canalizar aquella energía manifiesta de manera involuntaria que denominamos emociones primarias. Es un trabajo arduo, puesto que, implica racionalizar actos que son de origen instintivo. Tal vez nuestra intención sea hablar con seguridad, pero nuestra voz se quiebra sin voluntad, quizás proyectemos mentalmente tomar la mano de la persona con quien se desea bailar, pero nuestro cuerpo no responde de manera coordinada, trasluciendo la inseguridad.
Las reacciones que ahora son instintivas, por evolución, tenían una razón de ser. Por ejemplo, en la sorpresa –también en el miedo- el acto involuntario de levantar las cejas es para permitirle a los párpados abrirse hasta lo máximo, para presenciar mejor lo que se ve, aunque eso depende de la intensidad de la emoción. El acto de encogerse de hombros significa negatividad o frustración, ocurre, por ejemplo, cuando se percata (la persona) de que las palabras o pensamientos no son suficientes para explicar algo o para desdeñar algún evento. En el sufrimiento o desahogo, actualmente se toma en cuenta frente a la ansiedad, los latidos del corazón se crispan, los dientes rechinan, se muerde el interior de la boca. Para el interés -incluyendo la excitación sexual-, las pupilas se dilatan para el mayor ingreso de luz o viceversa, respecto a la contracción de las mismas. El acto de cerrar los ojos mientras se niega es para no ver, así sea mentalmente, el acto u objeto al cual se rechaza. La dilatación de vasos sanguíneos en la faz para la vergüenza e ira, etc.
Todos los consejos girarán en torno a la racionalización de nuestro sentir y del contexto que acompaña la acción. Es decir, entrenar al cerebro a controlar –no totalmente- dichas manifestaciones por intermedio de la inteligencia (capacidad de entender o comprender algo). Debes no sólo reconocer el hecho de estar nervioso antes de hablar con alguien, también el porqué de ello y si la otra persona también lo está. Y finalmente, ¿qué decisión tomarás? Irás de todas maneras o huirás ante el peligro obedeciendo al sistema nervioso autónomo que incrementa la circulación de la sangre en tus piernas enfriándote las manos para que puedas salir corriendo.
No hay un decálogo para ligar o enamorar a alguien (dependiendo del caso), existe la química del amor (buena fuente: libros de la antropóloga norteamericana Helen Fisher), pero también está aquello de la inteligencia social, la habilidad para empatizar y entender el estado emocional de la otra persona, y con ello, entablar una agradable conversación, que puede prolongarse hasta el amor. Se debe recordar que la etapa de la limerencia se inicia en la comunicación. Una interacción sincronizada, larga, divertida, natural, fluida, comprensiva, son los componentes de la comunicación.
El mejor consejo para relacionarse con alguien por primera vez es ser INTELIGENTES, darse cuenta de los detalles de la persona, observar su rostro, su cuerpo, sus manos, sus gestos, su postura –sobre todo si adopta la misma que uno-, escuchar lo que dice, no transmitir el miedo propio, sinceridad y reconocimiento con el propio estado emocional, de lo contrario la(o) deshumanizarás. Siempre tener en cuenta que ambos son seres humanos.
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